¿Por qué sube el oro si el dólar y los bonos no se inmutan?
- Carlos Santiso

- 9 oct
- 3 Min. de lectura
Esta entrada es un resumen recopilatorio de un artículo de FT.
El espectacular repunte del oro ha reabierto un viejo debate: ¿qué está impulsando realmente esta subida? Muchos apuntan a la pérdida de disciplina fiscal en Estados Unidos, al temor de una inflación estructural y a la devaluación del dólar. Pero si esa fuera la explicación completa, el mercado de bonos y el propio dólar deberían reflejarlo. Y no lo hacen.
Durante meses, inversores y analistas han interpretado el rally del oro como un síntoma de desconfianza hacia la política económica estadounidense. Los déficits se amplían, el techo de deuda vuelve a estar en el centro del debate y las tensiones políticas se acumulan. Ray Dalio, fundador de Bridgewater, lo resume con claridad: ante el exceso de deuda, los inversores buscan “refugios alternativos de riqueza”, siendo el oro el más básico de todos. Ken Griffin, de Citadel, coincide: la tendencia refleja una “desdolarización progresiva” para reducir el riesgo soberano de EE. UU.
Sin embargo, los datos contradicen parte de esa narrativa. El dólar dejó de caer en abril y ha permanecido estable. El rendimiento del bono a 30 años apenas se ha movido en dos años, lo que indica que el mercado no anticipa un repunte sostenido de la inflación. Si el temor fuera a una devaluación inminente, los inversores ya estarían exigiendo mayores rentabilidades.
Algunos expertos lo atribuyen, simplemente, a una narrativa sobreactuada. Dario Perkins (TS Lombard) afirma que la idea del “debasement” es “otra historia vacía”: el oro sube porque los bancos centrales emergentes han estado comprando para diversificar reservas, y el mercado es tan poco líquido que unos pocos actores pueden moverlo con facilidad. Otros, como Ed Al-Hussainy (Columbia Threadneedle), coinciden: “los datos no acompañan esa teoría”.
Hay interpretaciones más amplias. Para algunos, el oro no refleja solo desconfianza hacia el dólar, sino hacia todas las monedas fiduciarias. James Athey (Marlborough Group) lo describe como “un bote salvavidas frente a todo el sistema monetario”, mientras que Albert Edwards (Société Générale) recuerda que en otros países los bonos sí muestran un repunte más claro de rentabilidades, sugiriendo tensiones inflacionistas más globales.
El componente geopolítico también gana peso. El uso del dólar como “arma” política —a través de sanciones y restricciones— ha empujado a muchos países emergentes a buscar independencia monetaria. Para ellos, acumular oro significa blindarse ante posibles bloqueos de reservas o decisiones unilaterales de Washington.
Adam Posen (Peterson Institute) apunta, además, que el auge del oro responde a una mezcla de inversores minoristas, regímenes “enemigos” y especuladores movidos por la desconfianza hacia el dinero fiduciario, no necesariamente por miedo a la inflación. De hecho, el oro comparte con el bitcoin ese atractivo para quienes desconfían del sistema.
Otra lectura es más táctica: el oro como “tail hedge”, una póliza de seguro frente a escenarios extremos. Francesca Fornasari (Insight Investment) explica que los inversores no esperan un colapso monetario, pero quieren tener algo que los proteja si ocurre.
Por último, algunos creen que sí existe preocupación por una futura devaluación, pero que los mercados no se atreven a apostar contra los bonos del Tesoro mientras el gobierno estadounidense siga decidido a mantener los tipos largos bajos.
En resumen, el repunte del oro parece haber comenzado como un movimiento político, impulsado por bancos centrales y amplificado por la psicología del mercado. Hoy, más que una señal clara de inflación o de “debasement” del dólar, es una historia de momentum, geopolítica y desconfianza. El metal dorado vuelve a brillar, pero su brillo parece más emocional que económico.




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