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Visión del Private Equity a mitad de 2025

Actualizado: 5 oct

Tras leer y escuchar la visón de los mejores gestores de private equity para 2025, e incorporando mi propia experiencia en esta categoría de inversiones, comparto mis impresiones sobre la situación actual en los mercados privados.


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La lectura del momento es que estamos en una fase de ajuste ordenado. Coexisten tres cosas que, juntas, cambian el tono del mercado: aranceles más altos que hace unos años, un ciclo de tipos a la baja ya en marcha o a punto de arrancar en las grandes economías, y un poco más de visibilidad regulatoria y comercial gracias a acuerdos que se han ido cerrando. Esa mezcla, lejos de paralizar, debería reactivar la actividad en private equity: más operaciones de compra cuando el precio y la financiación encajan, un M&A que mantiene el pulso y una ventana de salidas a bolsa que, sin ser eufórica, está más abierta que el año pasado. Cuando el coste del dinero afloja y las reglas del juego son más previsibles, la rueda de las transacciones vuelve a girar.


En EEUU, la combinación es paradójica pero manejable: los aranceles añaden cierta fricción al crecimiento y algo de presión en precios—sobre todo porque los bienes “core”, que llevaban tiempo siendo un freno a la inflación, han dejado de hacerlo—, pero el mercado laboral da señales de enfriamiento gradual y eso abre la puerta a que la Reserva Federal empiece a recortar para equilibrar empleo e inflación. No hablamos de una carrera a la baja, sino de un aterrizaje de tipos que alivie condiciones financieras sin desanclar expectativas. En márgenes empresariales se nota el tirón: muchas compañías han ido pasando costes al consumidor con relativo éxito, y con los tipos algo más bajos el respiro en intereses debería mejorar la situación financiera y el ánimo de los inversores.


La pata fiscal también cuenta. El paquete tributario más reciente en EEUU no es un estímulo inmediato, pero suma crecimiento a partir de 2026 al aumentar la renta disponible neta de los hogares. Evidentemente, tensará el déficit, pero parte del bache se compensa con ingresos arancelarios y con el propio ciclo: si la actividad y los mercados repuntan, la recaudación mejora. En conjunto, sale un cuadro de “menos viento en contra por tipos, algo de viento a favor por impuestos, y disciplina para no pasarse con el déficit”.


En Europa la situación es algo más constructiva, relativamente hablando. Por un lado, el BCE ya ha avanzado recortes y es razonable pensar en tipos más bajos durante más tiempo, comparado con lo que se descontaba hace un año; por otro, algunos países han virado a un tono fiscal menos contractivo de lo esperado. Resultado: condiciones financieras más amables y, lo más importante, múltiplos de entrada que, en promedio, resultan más atractivos que en EEUU. Además, la nueva financiación en Europa ha visto una reducción de spreads y un aumento en el apalancamiento disponible, lo que—con cabeza—permite estructurar operaciones con perfiles de retorno interesantes sin asumir locuras en el riesgo.


Con ese telón de fondo, ¿qué se espera en private equity? Una menor dependencia del re-rating (expansión de múltiplo) y más foco en mejoras operativas reales: pricing power selectivo, digitalización de procesos, compras “buy-and-build” para ganar escala y mix, escisiones (carve-outs) de empresas que quieren simplificar su balance, y exclusiones de bolsa (take-private) puntuales cuando la brecha entre valor intrínseco y cotización lo justifica.


En private credit, el mensaje es simple: los rendimientos “all-in” siguen atractivos en EEUU y Europa. Es verdad que en EEUU se ha comprimido algo el diferencial o spread, y en Europa el tipo libre de riesgo ha caído un poco más, pero el cupón total continúa siendo interesante para un riesgo senior bien estructurado. Si el ciclo de recortes de tipos avanza, se mejora la cobertura de intereses de las compañías y se reduce la probabilidad de que surjan tensiones de liquidez. Eso sí, conviene ser selectivo con la documentación (covenants que protejan de verdad), priorizando estructuras de amortización y garantías que no dependan de escenarios de perfección. La competencia de la financiación sindicada de los grandes bancos volverá, pero aún hay un hueco amplio para originación directa con relaciones de largo plazo.


Donde hay un claro viento de cola estructural es en infraestructuras. Aquí se juntan tres fuerzas: incentivos públicos (y necesidad política de enseñar obra); demanda eléctrica al alza por el crecimiento de la IA, data centers y electrificación; y una red que necesita capex sostenido durante años para absorber ese cambio. Son activos de duración larga, sensibles a tipos, sí, pero precisamente por eso el descenso progresivo de las tasas les cae como anillo al dedo. Mientras la inflación sea controlable, los contratos regulados o de largo plazo dan visibilidad y protegen el perfil de rentas. A esto hay que añadir que la ocupación de data centers en mercados clave sigue en niveles muy ajustados: eso sostiene pricing y pipeline de proyectos.


Volviendo a la actividad pura y dura: en buyouts ya se ve más flujo de operaciones, con valoraciones que han corregido a niveles interesantes y financiación que, sin ser barata, es más digerible que hace un año. En M&A, se anticipa una “resiliencia sin exuberancia”: hay transacciones, pero los equipos de inversión priorizan calidad y sinergias claras; los deals oportunistas con poca tesis se filtran mucho más. En las salidas a bolsa (IPOs), la reapertura es selectiva: los nombres con crecimiento visible, márgenes creíbles y gobierno corporativo sólido son los que encuentran demanda; el resto deberá seguir madurando en privado.


No todo son vientos a favor. Entre los potenciales riesgos están: (1) inflación pegajosa si los aranceles terminan filtrándose más de lo previsto a precios finales; (2) geopolítica elevando primas de riesgo y el coste de la energía; (3) errores de política monetaria; y (4) una bajada de beneficios más profunda si el crecimiento flojea.


Para gestionar estos riesgos, tres anclas a las que agarrarse: estructuras prudentes de deuda (ser exigente con los covenants), planes de creación de valor con palancas concretas (acciones medibles en 100 días) y diversificación por geografías y sectores que no dependan todos del mismo driver macro.

Resumiendo: tipos más bajos, más claridad y valoraciones más razonables, especialmente en Europa, crean un entorno donde buyouts, M&A e IPOs pueden seguir recuperando; el crédito privado ofrece un carry atractivo con protección estructural si eliges bien; y la infraestructura tiene un viento de cola de décadas. No es momento de perseguir lo que se mueva; es momento de comprar bien, mejorar bien y financiar bien.


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3 comentarios



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