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Foto del escritorÁngel Ruiz

A vueltas con el euro digital

Los bancos centrales se encuentran cada vez más cerca de lanzar sus versiones digitales de moneda fiat, las conocidas como Central Bank Digital Currencies o CBDC. Mismamente, el Banco de España tiene entre manos un programa piloto de adopción del euro digital.


Aunque ya se ha escrito mucho al respecto y probablemente la mayoría de lectores ya estén debidamente informados, creo que nunca es tarde para hablar de un tema tan relevante desde un punto de vista socioeconómico. Por eso, en este post explicaré qué son las divisas digitales o CBDC, qué traen de novedoso y qué consecuencias puede traer su adopción.


Lo obvio: es dinero electrónico


El euro digital, como su propio nombre sugiere, es dinero electrónico o virtual, es decir, no tiene presencia física, lo cual facilita su uso como dinero en el día a día.

Ahora bien, a nadie escapa que en nuestro día a día ya usamos dinero electrónico. Cuando hacemos una transferencia desde el móvil o cuando pagamos con tarjeta en un comercio, estamos empleando dinero electrónico.


Entonces, ¿qué trae de nuevo el euro digital respecto a lo que ya tenemos?


Lo no tan obvio: no es deuda de los bancos


Aunque aparentemente el euro digital y el dinero que tienes en tu cuenta corriente son lo mismo, ya que ambos son digitales, electrónicos o como queramos llamarlo, legalmente y económicamente tienen diferencias fundamentales.


El dinero que tienes en tu banco es deuda del banco frente a ti. Es una deuda que puedes cobrar cuando tú quieras, por eso a las cuentas corrientes también se las llama depósitos a la vista (“a la vista” quiere decir “a demanda”, es decir, que te pagan cuando tú lo pidas). Esta deuda la puedes cobrar acudiendo a un cajero automático a sacar dinero en efectivo; al hacer esta operación, estás cambiando deuda de tu banco por dinero del banco central.


Otra forma de cobrar esa deuda es pidiendo al banco que haga una transferencia a otra persona; si esta persona no tiene su cuenta corriente en el mismo banco que yo, mi banco tiene que hacer un pago a su banco. De facto, es como si yo estuviera cobrándome mi deuda a la vista para después pagar a la otra persona.


En resumidas cuentas, los depósitos bancarios (cuentas corrientes) son deuda de los bancos que se paga o liquida con dinero de banco central. Hasta ahora, el dinero de banco central, que es lo que se conoce como base monetaria, lo han conformado las monedas y billetes por un lado, y las reservas bancarias por otro. Por su parte, las monedas, billetes y depósitos bancarios conforman la oferta monetaria, que es el dinero que utilizan hogares y empresas y es a lo que nos referimos cuando hablamos de la cantidad de dinero que hay en circulación.



Las reservas bancarias son cuentas corrientes que los bancos tienen abiertas en el banco central. Al igual que tú tienes una cuenta corriente en, por ejemplo, BBVA, a su vez BBVA tiene una cuenta de reservas en el Banco Central Europeo. Estas reservas sólo pueden tenerlas y usarlas los bancos y los Estados. Los ciudadanos y las empresas no pueden tener saldos de reservas.


Si un ciudadano o una empresa quiere tener dinero de banco central, sólo puede tenerlo en forma de monedas y billetes. El dinero electrónico que los hogares y las empresas pueden usar es deuda de los bancos liquidable en dinero de banco central, pero no es dinero de banco central. Es decir, no son euros en sentido estricto, es una promesa de recibir euros. Por tanto, si queremos usar dinero electrónico, hasta ahora la única manera de hacerlo es “prestando” dinero a los bancos privados.


Aquí es donde entra en juego el euro digital. El euro digital es dinero del banco central en formato electrónico, al igual que las reservas bancarias, pero que puede ser empleado por ciudadanos y empresas. Es una cuenta corriente en el banco central. Por tanto, en teoría podríamos beneficiarnos de todas las comodidades del dinero electrónico sin tener que prestar dinero a ningún banco privado y, por tanto, sin tener que exponernos al riesgo de que el banco no nos pague. El miedo a este riesgo es lo que provocó la tormenta en la banca el pasado mes de marzo.


(Si te interesa aprender más sobre cómo funciona el sistema monetario, te invito a que entres en mi blog personal pinchando aquí)


¿Desastre para la banca?


De entrada, la adopción de las CBDC supone un duro varapalo para los bancos privados, ya que éstos se financian en buena medida con depósitos que pagan poco o ningún interés. Si me dan la opción de tener mi dinero en el banco central en lugar de en un banco comercial, ¿para qué dejarlo en el banco comercial sin recibir nada de remuneración y asumiendo el riesgo de que el banco en algún momento no pueda devolverme mi dinero? El banco central siempre va a poder devolverme el dinero, porque es él quien lo crea.


En términos generales, los bancos no tienen necesidad de remunerar los depósitos ya que nos ofrecen las comodidades del dinero electrónico. Prestamos el dinero al banco (recuerda: tu cuenta corriente es un préstamo) a tipo de interés cero a cambio de esa comodidad, pero también lo hacemos porque la regulación nos obliga a pasar por el aro de la banca limitando el uso del efectivo. Si ahora aparece el banco central ofreciendo la posibilidad de usar dinero electrónico sin tener que prestar dinero a ningún banco comercial, ¿para qué quedarse en el banco comercial?


En respuesta a la esperable migración de depósitos hacia el banco central tras la adopción de la CBDC, los bancos comerciales tendrían que empezar a remunerar generosamente los depósitos, algo a lo que muchas entidades simplemente no pueden hacer frente a día de hoy. Esto puede desencadenar una crisis de confianza en los bancos similar a la vivida por Sillicon Valley Bank y Credit Suisse, pero de manera mucho más generalizada, poniendo en riesgo la estabilidad del sistema financiero.


Precisamente por esto, no veo nada claro que los Estados se embarquen en un proyecto tan potencialmente dañino para los bancos. Me inclino a pensar que reservarán un rol importante a los bancos privados en la implementación de la CBDC, para no mermar su negocio o para mermarlo de forma controlada. De hecho, en las propias publicaciones de los bancos centrales sobre las CBDC se advierte de que su adopción no debe poner en riesgo la estabilidad financiera.


¿Qué implicaciones tiene para la política monetaria?


Con el euro digital, el Banco Central Europeo dejaría de depender de los bancos en la transmisión de la política monetaria a la economía real. Tras la crisis financiera de 2008, los quantitative easing de la Fed y el BCE no fueron tan efectivos como se esperaba a la hora de relanzar el crecimiento y la inflación porque los bancos no transformaron ese aumento de la liquidez en sus balances en un aumento equivalente del crédito a hogares y empresas. Con la CBDC, en cambio, el banco central puede inyectar dinero directamente en la economía real sin tener que usar al sistema financiero como intermediario.


Algo similar sucede con la implementación de tipos negativos. Para relanzar el consumo y la actividad económica, podría llegarse al extremo de que el banco central cobre un interés a la gente por sus saldos de euros digitales, incitándoles a gastar o invertir el dinero cuanto antes. Realmente no es algo nuevo, los bancos centrales ya han aplicado tipos negativos a las reservas de los bancos privados para que éstos prestaran más. Se trataría simplemente de extender esta política a hogares y empresas.


Por tanto, con la CBDC la política monetaria se volvería más efectiva, a costa de intervenir de manera más agresiva en las finanzas de hogares y empresas.


¿Todo esto tiene algo que ver con las criptomonedas?


Una CBDC y una criptomoneda como Bitcoin tienen en común que ambas son digitales, en el sentido de que carecen de presencia física. Además, las CBDC pueden incorporar blockchain como hacen las criptomonedas, abriendo un abanico de posibilidades tecnológicas con un coste muy bajo; es el caso del euro digital, que actualmente está en una fase piloto capitaneada por el Banco de España y que busca aprovechar las ventajas de la “tokenización”.

Sin embargo, existen diferencias fundamentales entre las CBDC y las criptomonedas. Para empezar, la CBDC es emitida por una entidad, el banco central, y es deuda del banco central (un tipo especial de deuda, pero deuda al fin y al cabo). En cambio, los bitcoins (me ceñiré a esta criptomoneda por ser la más famosa) se generan de manera descentralizada mediante “minado”, su número está predeterminado y no son la deuda de nadie. Un euro digital requiere la aprobación y certificación del Banco Central Europeo, mientras que Bitcoin no necesita ninguna certificación externa, ya que, gracias a blockchain, Bitcoin es una red o base de datos capaz de verificarse a sí misma.


Como consecuencia de lo anterior, Bitcoin y las criptomonedas en general ofrecen un grado de anonimato impensable en el caso de la CBDC o del dinero bancario. Gracias a blockchain no es necesario que nadie sepa que tienes criptomonedas para que quede certificado que efectivamente las tienes. Ésta es sin duda una característica fundamental de los criptoactivos que no está presente en las CBDC.


En buena parte, los bancos centrales han pisado el acelerador en su proyecto de CBDC precisamente por el auge de las criptomonedas y la creciente percepción entre la población de que ofrecen ventajas frente a las monedas fiat como el dólar y el euro en lo que respecta a la preservación de valor y al anonimato. Los Estados están en guerra contra las criptos, ya que suponen una amenaza para el sistema monetario y financiero tal y como está conformado a día de hoy. Por eso, a la vez que anuncian las bondades de las CBDC, nos recuerdan que las criptomonedas no son dinero porque no cuentan con el respaldo de un banco central. Pero ese supuesto defecto es precisamente la virtud originaria de criptomonedas como Bitcoin: son completamente descentralizadas y no susceptibles de ser inflacionadas para beneficio de los políticos.


¿Falta de privacidad?


Los detractores de las CBDC arguyen que el Estado conocerá todos nuestros movimientos de dinero, y que incluso podrá controlar nuestros saldos, por ejemplo, congelando nuestras cuentas o directamente expropiando parte del dinero.


Si bien podemos asumir que esto es cierto, el sistema actual de dinero privado bancario no nos brinda una protección mucho mayor. La diferencia entre a) que el Estado acceda a tus euros digitales y b) que el Estado le ordene a tu banco que le dé acceso a tu cuenta bancaria, es realmente pequeña. De hecho, ya hemos podido comprobar cómo el Estado puede intervenir cuentas en bancos privados para perjudicar a un ciudadano o empresa. En eso precisamente consisten parte de las sanciones a Rusia por la invasión de Ucrania.


Por tanto, el euro digital no supone un gran retroceso en privacidad frente al dinero bancario, ya que, excepto contadas excepciones, tu banco es más amigo del Estado que de ti. Sin euro digital el Estado ya tiene capacidad efectiva para conocer tus movimientos de dinero y embargar tus cuentas. La verdadera privacidad no se consigue utilizando dinero bancario, sino dinero en efectivo u otros activos que están fuera del circuito monetario de la banca central, como son el oro y las criptomonedas, aunque incluso con estos medios escapar del ojo del Estado es complicado.


¿Desaparecerá el dinero en efectivo?


Relacionado con lo anterior, cabe pensar que los Estados terminarán eliminando el dinero en efectivo como medida para minimizar con la economía sumergida y facilitar el control de la población. De momento no han anunciado su intención de eliminar el efectivo, pero parece que van tomando pasos en esa dirección, restringiendo cada vez más su uso. Por ejemplo, no podemos cobrar la nómina en efectivo, hay que cobrarla en una cuenta bancaria, o en una cuenta de euros digitales cuando finalmente se adopten las CBDC.


Frente a esta visión, existe el argumento de que los Estados no eliminarán el efectivo porque en realidad no quieren que desaparezca la economía sumergida, ya que es la forma de vida de muchas personas que a día de hoy viven un poco “al margen” del sistema. Sin ese medio de subsistencia, el Estado se vería en la obligación de tener que asistirles y ayudarles a insertarse en la economía formal, algo para lo que probablemente no tenga la suficiente capacidad ni voluntad.


Sean cuáles sean las verdaderas intenciones de los gobernantes, lo cierto es que recortar nuestra privacidad y ganar un control cada vez mayor sobre nuestras finanzas, y por extensión sobre nuestras vidas, es algo que indudablemente les conviene. Es por eso que siempre debemos permanecer escépticos y vigilantes.



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